A Punko.
Amistad que se forja a martillazos
del infierno al cosmos, que se nos abre bien de patas.
Erige de un modo certero, un icono artesanal
que con el vaivén de sus zarpas en ebullición,
manosea el clítoris del témpano
que gangrena voluble la evidencia…
Cierta pluma que esputa ira a bocanadas
se zambulle entre recodos de tinta infecta
y revienta ávida el himen
del frívolo papel adormilado.
Como el pincel que acaricia sutil
los senos del arte extraviado,
y prolonga por momentos el ángulo de visión
que enmarañase por entre las sabanas entusiastas de las penumbras,
con la estéril y decrepita ignorancia.
Pluma indómita que surfea al alba entre coléricos colores
por el lienzo inerte de la existencia
y hiende la punta de su pene amoratado
en una montonera de grises y presuntuosos cerebelos.
Pincel “neolingüistico”
que galopa sobre hordas de rabiosas palabras,
hacia esa estupida caja motriz profana
escasa de conceptos…
Sin ceder ni un ápice.
A muerte.
Amistad…
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