miércoles, 1 de octubre de 2008
ORUGAS DEL TIEMPO
Ya no quedan días,
donde las nauseas
solían eludir el puñal
que apuñala las palabras,
tras la empuñadura del mal.
No persisten ya sonrisas
tras iconos de confite.
Sólo llantos apergaminados
con los dientes podridos por la escoria de la vida
inhumando ilusión y fe.
Yo degollé a un dios
hendido en la penumbra de la falsa esperanza.
Incineré su trono tapizado
de idiotez aterciopelada.
Bebí del vino
derramado por el sumidero del infierno,
que esputa una cañería de plomo existencial.
Y brindé con el diablo a las puertas de la nada.
Niños sesgaban sus rodillas, los sesos
y el mañana
en tricheras de cristal.
Tras ellos, su infancia
y la incertidumbre
exhalada por la frente de sus cráneos
devorados por las orugas del tiempo...
donde las nauseas
solían eludir el puñal
que apuñala las palabras,
tras la empuñadura del mal.
No persisten ya sonrisas
tras iconos de confite.
Sólo llantos apergaminados
con los dientes podridos por la escoria de la vida
inhumando ilusión y fe.
Yo degollé a un dios
hendido en la penumbra de la falsa esperanza.
Incineré su trono tapizado
de idiotez aterciopelada.
Bebí del vino
derramado por el sumidero del infierno,
que esputa una cañería de plomo existencial.
Y brindé con el diablo a las puertas de la nada.
Niños sesgaban sus rodillas, los sesos
y el mañana
en tricheras de cristal.
Tras ellos, su infancia
y la incertidumbre
exhalada por la frente de sus cráneos
devorados por las orugas del tiempo...
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