HEREJÍA
Urdir el bramido del hogar.
Útero de la creación
que se despoja a través del alarido
de la madre.
Hálito violáceo que manifiesta la lagrima
entre el cristal recluido por el ayer
y el ojo elocuente en la instantánea
del que nunca tuvo que partir.
Vahído del muro
que araña al caer la piel
cicatrices.
Heridas que supuran melancolía,
llaga incorpórea de una huida.
Efeméride arterial.
Caligrafía irregular,
el esbozo de una despedida inadecuada.
Herejía.
Psicótico espíritu
dispuesto a derramar la ira
sobre el tablero irresoluto del purgatorio.
Su afán de encajar
la evasión achaflanada por cuatro aristas
en un orificio circular.
Mecer
el sentido adecuado de todo, en el regazo.
Forcejear por su aliento
con las fauces del tiempo.
¿Has rozado con la punta de los dedos
la vagina salada de la muerte
que yace en el asfalto?
Doce metros que patean
y patentan
la memoria.
Ven y masca con el alma,
la carne amoratada
que atraviesa el pórtico del manicomio.
Enmudece los ojos y calla…
1 comentario:
El poema huele a gris profundamente ceniza, huele a escombros y andamios rotos, y ese final apocalíptico nos coloca justamente en el centro del patíbulo.
Un abrazo
Marian
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